Ahora pues, ruégote vengas y me maldigas a esta gente, porque es demasiado fuerte para mí; quizás así prevaleceré, y podremos batirla, y lograré arrojarla del país: porque sé que aquel que tú bendijeres es bendito, y aquel que tú maldijeres es maldito.
Entonces Balaam entonó su canción, y dijo: Desde Aram me ha traído Balac, el rey de Moab, desde las montañas de Oriente, diciendo: ¡Ven, maldíceme a Jacob, y, ven, derrama tus imprecaciones sobre Israel!