El fariseo se puso en pie, y oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias que no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni siquiera como este publicano.
POR tanto estás sin excusa, oh hombre, seas quien fueres, que juzgas; porque en juzgar a otro, a ti mismo te condenas; puesto que tú que juzgas practicas las mismas cosas.
HERMANOS, si alguno fuere sobrecogido en cualquiera transgresión, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal en espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.