diciendo: Es menester que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos y los jefes de los sacerdotes y los escribas, y sea muerto, y que resucite al tercer día.
Empero nosotros todos, con rostro descubierto, mirando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en la misma semejanza, de gloria en gloria, así como por el Espíritu del Señor.
el cual transformará nuestro vil cuerpo, para que sea hecho semejante a su cuerpo glorioso, según la operación de aquel poder con que puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Y el Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después que hayáis sufrido por un poco de tiempo, él mismo os perfeccionará, os afirmará, os fortalecerá.
Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Éstos son los que salen de la grande tribulación, y lavaron sus ropas, y las emblanquecieron en la sangre del Cordero.