¶Y aconteció en uno de aquellos días, que estaba enseñando, y había allí sentados fariseos y doctores de la ley, que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea, y de Jerusalem: y el poder del Señor estaba presente con él, para sanar a los enfermos.
Viendo pues la mujer que no se escondía, vino temblando, y postrándose delante de él, declaró en presencia de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
¶Vosotros, al contrario, sois una raza escogida, un sacerdocio real, nación santa, pueblo de posesión exclusiva; a fin de que manifestéis las excelencias de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz maravillosa;