Mas cuando vió a Jesús, gritó, y cayó en tierra delante de él, y dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Ruégote no me atormentes!
EN aquel día Jehová castigará con su espada, bien templada, grande y fuerte, al Leviatán, serpiente veloz, y al Leviatán, serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar.
Y habiendo salido a tierra, le vino al encuentro cierto hombre de aquella ciudad, que hacía mucho tiempo que tenía demonios, y no vestía ropa alguna, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
Pues mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre: porque hacía mucho tiempo que se había apoderado de él: y aunque procuraban sujetarle, amarrándole con cadenas y con grillos, rompía las prisiones, y era arrebatado del demonio a los desiertos.
Porque si Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que precipitándolos al infierno, los encerró en abismos de tinieblas, siendo guardados así para el juicio;
quien obra el pecado, del diablo es; porque desde el principio el diablo peca. A este intento fué manifestado el Hijo de Dios, es decir, para destruir las obras del diablo.
Y el diablo que los había extraviado fué arrojado en el lago de fuego y azufre, endonde están también la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.