¡Oh afligida, combatida de tempestad y no consolada! he aquí que yo asentaré tus piedras con cemento de antimonio, y echaré tus fundamentos con zafiros.
Y embarcándonos en una nave de Adrumeto, que iba a navegar por los lugares costeños de la provincia de Asia, nos hicimos a la vela, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que sea incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin pecado.