Todavía hablaba él, cuando, he aquí, una nube de luz que les cubrió; y he aquí una voz salía de la nube que decía: ¡Éste es mi amado Hijo, en quien tengo mi complacencia! ¡oídle a él!
Dícele Jesús: No me toques; porque no he subido todavía al Padre: mas vé a mis discípulos, y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios.
Por tanto, nosotros de ahora en adelante, no conocemos a nadie según la carne: y aunque hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora empero no le conocemos más así.