Entonces ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo que ver contigo, oh varón de Dios? ¿has venido a mí para renovar la memoria de mi pecado, y para hacer morir a mi hijo?
Entonces yo dije: ¡Ay de mí, pues soy perdido! porque soy hombre de labios inmundos, y en medio de un pueblo de labios inmundos habito; por cuanto mis ojos han visto al Rey, a Jehová de los Ejércitos.
Y entrando en la casa, hallaron al niño, con su madre María; y cayendo en tierra, le tributaron homenaje: y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones: oro, olíbano y mirra.
E hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, que viniesen a ayudarles. Y llegándose ellos, llenaron ambas barcas, de manera que se iban anegando.
Así pues María, cuando llegó a donde Jesús estaba, al verle, cayó a sus pies, diciéndole: ¡Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano!
Porque ahora vemos obscuramente, como por medio de un espejo, mas entonces, cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré así como también soy conocido.