Y dijo: No extiendas tu mano contra el muchacho, ni le hagas nada; pues ahora conozco que tú temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, tu hijo único.
¡He aquí que se ha cambiado en paz mi amarga aflicción! y tú en amor hacia mi alma la libraste del hoyo de destrucción; porque has echado todos mis pecados tras de tus espaldas.
Y, he aquí, le trajeron un paralítico, echado en cama; y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.
Mas a quien vosotros perdonáis algo, yo también se lo perdono: pues lo que yo también he perdonado, si he perdonado algo, por vuestra causa lo he perdonado en la persona de Cristo,
sufriéndoos los unos a los otros, y perdonándoos los unos a los otros, si alguno tuviere queja contra otro; así como el Señor también os ha perdonado, haced así también vosotros.