Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: ¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! y habiendo dicho esto, expiró.
¡En tu mano encomiendo mi espíritu: Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad!
y el polvo torne al polvo como antes era, y el espíritu se vuelva a Dios, que lo dió.
Cuando, pues, Jesús hubo recibido el vinagre, dijo: ¡Cumplido está! e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Y apedreaban a Esteban, el cual invocaba a Cristo, y decía: ¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!
El cual Jesús, en los días de su carne, ofreció oraciones y también súplicas, con vehemente clamor y lágrimas, a aquel que era poderoso para librarle de la muerte; y fué oído y librado de su temor.
quien, cuando fué ultrajado, no volvió a ultrajar; cuando padeció, no usó de amenazas, sino que remitió su causa a aquel que juzga justamente;