Mas el publicano, estando en pie allá lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo; sino que se daba golpes de pecho, diciendo: ¡Dios, ten misericordia de mí, pecador!
inquiriendo qué cosa, o qué manera de tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, cuando de antemano daba testimonio de los padecimientos que durarían hasta Cristo, y de las glorias que los seguirían.