Y habiéndole arrojado fuera de la viña, le mataron. ¿Qué hará pues con ellos el señor de la viña?
Mas cuando le vieron los labradores, discurrían entre sí, diciendo: ¡Éste es el heredero! ¡matémosle, para que la herencia sea nuestra!
Vendrá, y destruirá a aquellos labradores, y dará la viña a otros. Y cuando lo oyeron, dijeron: ¡No lo permita Dios!
Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo de Dios, con su propia sangre, padeció fuera de la puerta.