Pero llegándose también el que había recibido un solo talento, dijo: Señor, yo te conocía que eres hombre exigente, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste;
Y aquel que había estado muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y envuelto el rostro en un sudario. Les dice Jesús: ¡Desatadle, y dejadle ir!