Y respondió el rey de Israel a Josafat: Todavía hay un hombre por medio de quien pudiéramos consultar a Jehová; pero yo le aborrezco, porque nunca profetiza acerca de mí cosa buena, sino siempre mala; es a saber, Micaya hijo de Imla. A lo cual respondió Josafat: No hable el rey así.
Porque cuantas veces hablo, tengo que quejarme; clamo: ¡Violencia y robo! porque el oráculo de Jehová ha venido a serme un vituperio, una afrenta, todos los días.
¿A quiénes he de hablar y testificar de modo que oigan? He aquí que es incircunciso el oído de ellos, de manera que no pueden escuchar: he aquí que la palabra de Jehová ha venido a ser un oprobio para ellos; no tienen deleite en ella.
Mas él dijo: ¡Ay de vosotros también, los doctores de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas difíciles de llevar, y vosotros ni siquiera tocáis las cargas con un dedo.
¡Ay de vosotros los doctores de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros no entrasteis, y a los que iban entrando se lo impedisteis.