y perdona a tu pueblo en lo que hubieren pecado contra ti, y todas sus transgresiones con que se hubieren rebelado contra ti, y haz que hallen misericordia delante de los que los hubieren llevado cautivos, de modo que éstos tengan compasión de ellos.
No abandones a tu amigo, ni al amigo de tu padre, para ir a la casa de tu hermano en el día de tu calamidad; pues mas vale el amigo allegado que el hermano alejado.
Le dice por tanto la mujer samaritana: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí que soy mujer samaritana? (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).