ni hombre que tuviere pie quebrado o mano quebrada,
porque ningún hombre en quien hubiere defecto se ha de llegar a mi altar: ni el hombre ciego, o cojo, o que tuviere nariz aplastada o cosa supérflua,
ni que fuere jorobado, o enano, o que tuviere tacha en el ojo, o que fuere sarnoso o escorbútico o eunuco.