Los atalayas de Israel son ciegos todos ellos; nada saben; todos ellos son perros mudos; no pueden ladrar; soñadores, echados en tierra, amantes del sueño.
Porque el obispo ha de ser sin reproche, como que es administrador de Dios; no soberbio, no colérico, no rencilloso, no peleador, no codicioso de torpe ganancia;