Y he aquí que dos ciegos, sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Ten piedad de nosotros, oh Señor, Hijo de David!
¶Y una mujer que hacía doce años que padecía flujo de sangre, la cual había gastado en médicos todo su sustento, y no había podido ser sanada por ninguno,
Y como viesen los bárbaros el reptil colgado de su mano, decían entre sí: Sin duda este hombre es homicida, a quien aun cuando haya escapado del mar, la Justicia no le ha permitido vivir.