¡HE aquí a mi Siervo, a quien yo sustento, mi Escogido, en quien se complace mi alma; he puesto mi Espíritu sobre él, y traerá justicia a las naciones!
Todavía hablaba él, cuando, he aquí, una nube de luz que les cubrió; y he aquí una voz salía de la nube que decía: ¡Éste es mi amado Hijo, en quien tengo mi complacencia! ¡oídle a él!
He aquí que viene la hora, y ya ha llegado, en que seréis dispersados, e iréis cada cual a lo suyo propio, y me dejaréis solo; y sin embargo no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
Mas el Señor estuvo conmigo, y me esforzó, para que por medio de mí la predicación fuese cumplidamente hecha, y para que oyesen todos los gentiles: y así yo fuí librado de la boca del león.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que sea incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin pecado.