Mas no de parte de hombre alguno, es el testimonio que yo recibo: empero digo estas cosas para que vosotros seáis salvos.
¡Oh Jerusalem, Jerusalem! tú que matas a los profetas, y apedreas a los que a ti son enviados, ¡cuántas veces quise recoger tus hijos, como la gallina recoge sus polluelos debajo de sus alas; y no quisiste!
Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
y que arrepentimiento y remisión de pecados fuesen predicados en su nombre a todas las naciones, comenzando desde Jerusalem.
éstas empero han sido escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Otro es el que da testimonio de mí; y yo sé que el testimonio que él da de mí es verdadero.
Gloria por parte de los hombres no recibo.
Jesús respondió: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria es nada; es mi Padre el que me glorifica; el mismo que decís que es vuestro Dios.
HERMANOS, el deseo de mi corazón y mi súplica a Dios, a favor de ellos, es que sean salvos.
Mas en cuanto a Israel, dice: Todo el día he extendido mis manos a un pueblo desobediente y contradictor.
No seas vencido del mal, sino antes vence el mal con el bien.
Pues ¿qué hay si algunos de ellos quedaron sin fe? ¿acaso su incredulidad hará nula la fidelidad de Dios?
A los débiles me hice como débil, para ganar a los débiles: me hacía todo para con todos, para que de todos modos yo salve a algunos.
Mira por ti mismo, y por la enseñanza; persevera en estas cosas; porque haciendo esto, a ti mismo te salvarás, y también a los que te oyen.
Si recibimos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es mayor; porque éste es el testimonio de Dios, que el ha dado respecto de su Hijo.