Dice entonces a Pedro aquel discípulo a quien amaba Jesús: ¡Es el Señor! Por tanto Pedro, al oír que era el Señor, ciñóse su túnica de pescador (porque estaba desnudo), y echóse al mar.
¡Muchas aguas no pueden apagar el amor, ni los ríos lo pueden anegar: si un hombre diere todos los haberes de su casa por el amor, él sería completamente despreciado!
Entonces corre, y viene a Simón Pedro, y al otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dice: ¡Han quitado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto!
Mas volviéndose Pedro, vió al discípulo a quien Jesús amaba, que venía detrás; el mismo también que en la cena se recostó sobre el pecho, y le dijo: Señor, ¿quién es aquel que te entrega?
Mas los otros discípulos vinieron en la barquichuela, porque no estaban lejos de tierra, sino como unos doscientos codos, arrastrando la red llena de peces.