Mas él respondió: No irá mi hijo con vosotros; pues su hermano es muerto, y él solo me ha quedado; y le va a suceder alguna desgracia en el camino por donde vais: así haréis descender mis canas con dolor a la sepultura.
Y POR casualidad se encontraba allí un hombre de Belial, que se llamaba Seba, hijo de Bicri, benjamita; el cual tocó trompeta, y dijo: ¡No tenemos parte en David, ni hay herencia para nosotros en el hijo de Isaí! ¡Cada hombre a su estancia, oh Israel!
Entonces como viese todo el pueblo que no les escuchaba el rey, el pueblo dió respuesta al rey, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros en David? ¡y ninguna herencia tenemos ya en el hijo de Isaí! ¡A tus tiendas, oh Israel! ¡Ahora pues, David, mira por tu casa! E Israel se fué a sus tiendas.
cuando hubiere lavado el Señor la inmundicia de las hijas de Sión, y hubiere limpiado los homicidios de Jerusalem de en medio de ella, con espíritu de juicio y espíritu de ardimiento.
Y esto erais algunos de vosotros: mas habéis sido lavados, mas habéis sido santificados, mas habéis sido justificados, en el nombre del Señor Jesucristo, y por el Espíritu de nuestro Dios.
y os regocijaréis allí delante de Jehová vuestro Dios, vosotros, y vuestros hijos, y vuestras hijas, y vuestros siervos, y vuestras siervas, y el levita que habita dentro de vuestras puertas; pues él no tiene parte ni herencia entre vosotros.
Nadie os defraude de vuestro premio, complaciéndose en una humildad exagerada y culto de los ángeles; entremetiéndose en cosas que nunca vió, hinchado vanamente por su ánimo carnal;
Las cuales observancias tienen a la verdad alguna apariencia de sabiduría, en un culto voluntario, y en una humildad exagerada, y en severidad para con el cuerpo; pero no son de valor alguno en contra de la satisfacción de los deseos de la carne.
no a causa de obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino conforme a su misericordia él nos salvó, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo,
acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo los corazones rociados, para limpiarnos de una mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
y de Jesucristo, que es el fiel testigo, el primogénito de entre los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. A Aquel que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados en su misma sangre,
Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Éstos son los que salen de la grande tribulación, y lavaron sus ropas, y las emblanquecieron en la sangre del Cordero.