y dijo: He aquí, señores míos, os ruego que os desviéis y entréis en casa de vuestro siervo, y posad, y lavaos los pies; y de madrugada os levantaréis, y seguiréis vuestro camino. Mas ellos dijeron: No, sino que en la plaza posaremos.
Entonces preguntó Josafat: ¿No habrá aquí algún profeta de Jehová, por medio de quien podamos consultar a Jehová? Y respondió uno de los siervos del rey de Israel, diciendo: Aquí está Eliseo hijo de Safat, que echaba agua sobre las manos de Elías.
Entonces aquel que se purifica lavará sus vestidos, y se raerá todo el pelo, y se lavará con agua, y quedará limpio: y después de esto podrá entrar en el campamento; mas habitará fuera de su tienda siete días.
y poniéndose detrás de él, junto a sus pies, llorando, comenzó a regar éstos con lágrimas, y los limpiaba con los cabellos de su cabeza; y los besaba fervorosamente, y los ungió con el ungüento.
Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿ves a esta mujer? Yo entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha limpiado con sus cabellos.
Jesús le dice: El que está lavado no tiene necesidad de lavarse más que los pies; sino que está del todo limpio: y vosotros estáis limpios, mas no todos.
Y esto erais algunos de vosotros: mas habéis sido lavados, mas habéis sido santificados, mas habéis sido justificados, en el nombre del Señor Jesucristo, y por el Espíritu de nuestro Dios.
teniendo buen testimonio en cuanto a buenas obras: si hubiere criado hijos, si hubiere hospedado a los extranjeros, si hubiere lavado los pies de los santos, si hubiere socorrido a los afligidos, si hubiere seguido estrictamente toda buena obra.
acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo los corazones rociados, para limpiarnos de una mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
pero si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
¶Éste es aquel que vino por medio de agua y sangre, es a saber, Jesucristo: no con el agua solamente, sino con el agua y con la sangre; y el Espíritu es el que da testimonio, por cuanto el Espíritu es la verdad.
y de Jesucristo, que es el fiel testigo, el primogénito de entre los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. A Aquel que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados en su misma sangre,
Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Éstos son los que salen de la grande tribulación, y lavaron sus ropas, y las emblanquecieron en la sangre del Cordero.