¡Despiértate, despiértate! ¡vístete de fortaleza, oh brazo de Jehová! ¡despiértate, como en los días de antaño, en las generaciones de la antigüedad! ¿No eres tú el mismo que tajaste a Egipto, y traspasaste al cocodrilo?
Y Jesús respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo ha revelado carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y habiéndole crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes; para que se cumpliera lo dicho por el profeta: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mí ropa echaron suertes.
Mientras yo estaba con ellos en el mundo, los guardaba en tu nombre: a aquellos que me has dado los he guardado, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición; para que la Escritura se cumpliese.
Dijeron pues entre sí: ¡No la rasguemos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será! para que se cumpliera la Escritura que dice: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Estas cosas, pues, hicieron los soldados.