¡Despierta, oh Aquilón, y ven, oh Austro; soplad sobre mi jardín, para que se esparzan sus aromas! ¡Venga mi amado a su jardín, y coma de sus preciosas frutas!
¶Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, mientras se recostaba a la mesa, vino una mujer, que tenía un frasco de alabastro de ungüento de nardo puro, de gran precio; y rompiendo el frasco, le derramó el ungüento sobre la cabeza.
¡Bienaventurados aquellos siervos, a quienes su señor, cuando viniere, los hallare velando! en verdad os digo, que él mismo se ceñirá, y haciendo que ellos se sienten a la mesa, se llegará y les servirá.
¶Dijo también al que le había convidado: Cuando haces una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; no sea que ellos también te vuelvan a convidar, y te sea hecha recompensa.