Y he aquí una mujer que había en la ciudad, la cual era pecadora, habiendo entendido que él estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro de ungüento;
Y aquel que había estado muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y envuelto el rostro en un sudario. Les dice Jesús: ¡Desatadle, y dejadle ir!
¶Así, pues, una gran muchedumbre de los judíos oyó decir que él estaba allí; y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino para ver a Lázaro también, a quien él había resucitado de entre los muertos.