Así pues María, cuando llegó a donde Jesús estaba, al verle, cayó a sus pies, diciéndole: ¡Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano!
¶Y yo Juan soy el que oí y ví estas cosas. Y cuando las hube oído y visto, caí sobre mi rostro, para adorar delante de los pies del ángel que me había mostrado estas cosas.
¶Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos cayeron sobre sus rostros, delante del Cordero, teniendo cada cual un arpa, y tazones de oro llenos de incienso, que son las oraciones de los santos.