Y decían el uno al otro: Verdaderamente somos dignos de castigo en cuanto a nuestro hermano; porque vimos la angustia de su alma, cuando nos rogaba tuviésemos piedad de él, y no le escuchamos; por tanto a nosotros nos ha sobrevenido este trance angustioso.
Aun cuando yo haya pecado, ¿qué puedo hacerte a ti, oh Atalaya de los hombres?¿por qué pues me pones por blanco de tus enojos, hasta que venga a ser una carga a mí mismo?
Y respondió Balaam: Yo he pecado: golpeé la bestia porque no sabía que tú te habías apostado contra mí en el camino. Mas ahora si te parece mal, yo me volveré.
Entonces dijo Josué a Acán: Hijo mío, ruégote des gloria a Jehová el Dios de Israel, y haz confesión a él; y manifiéstame, te lo ruego, qué has hecho: no lo encubras de mí.
Pues ví entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y una barra de oro, del peso de cincuenta siclos; y los codicié, y los tomé: y he aquí que están escondidos en la tierra en medio de mi tienda; y el dinero debajo del manto.
A lo que dijo Saúl: Yo he pecado: ahora empero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo, y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios.