Y aconteció un día, a la hora de la tarde, que David se levantó de su cama, y se paseaba sobre el terrado de la casa del rey. Y desde encima del terrado vió a una mujer que se estaba bañando; y la mujer era sumamente hermosa.
¿Acaso nunca le fué contado a mi señor lo que hizo tu siervo cuando Jezabel mataba a los profetas de Jehová; cómo escondí de los profetas de Jehová cien hombres, cincuenta en una cueva, y cincuenta en otra, y los sustenté con pan y agua?
pues había acontecido, cuando Jezabel iba extirpando a los profetas de Jehová, que Abdías tomó a cien profetas, y los escondió, cincuenta en una cueva, y cincuenta en otra; y los sustentó con pan y agua);
Josaba empero, hija del rey Joram, hermana de Ocozías, tomó a Joás hijo de Ocozías, quitándole furtivamente de en medio de los hijos del rey que hubieron de ser muertos, a él y a su nodriza, estando en el aposento de dormir; y así le escondieron de la vista de Atalia; de modo que no fué muerto.
Entonces mandó el rey a Jerameel hijo de Hamelec, y a Seraya hijo de Azriel, y a Selemías hijo de Abdeel, que prendiesen a Baruc escriba, y a Jeremías profeta; pero los escondió Jehová.
Y aconteció que cuando iban a cerrar la puerta, siendo ya obscuro, los hombres salieron; no sé a dónde se hayan ido aquellos hombres. Seguid prestamente en pos de ellos, que los alcanzaréis.
Los hombres pues siguieron en su alcance, camino del Jordán, hasta los vados del río: y luego que los que los perseguían hubieron salido, se cerraron las puertas.
Mas a Rahab la ramera y a la casa de su padre y a cuantos eran de ella, les conservó la vida Josué, (y ella habita en medio de Israel hasta el día de hoy), por cuanto había escondido a los emisarios que envió Josué para espiar a Jericó.