Por lo cual el rey de Jericó envió a decir a Rahab: Saca fuera a los hombres que han venido a ti, los mismos que entraron en tu casa; porque han venido a explorar toda la tierra.
Mas sucedió que como a los tres meses fué dado aviso a Judá, diciendo: Tu nuera Tamar ha estado fornicando, y he aquí también que está preñada de sus fornicaciones. Y dijo Judá: ¡Sacadla, para que sea quemada!
Entonces dijeron los príncipes de los hijos de Ammón a Hanún su señor: ¿Te parece que David quiere honrar a tu padre, por cuanto te ha enviado consoladores? ¿No es más bien para examinar la ciudad y para explorarla, a fin de derribarla para lo que ha enviado David sus siervos a ti?
En esto llegaron los siervos de Absalom a donde estaba la mujer, dentro de la casa, y dijeron: ¿En dónde están Ahimaaz y Jonatán? Y la mujer les respondió: Han pasado el arroyo de las aguas. Ellos pues los buscaron; mas no hallándolos, se volvieron a Jerusalem.
Entonces dijeron los príncipes de los hijos de Ammón a Hanún: ¿Te parece que David quiere honrar a tu padre, por cuanto te ha enviado consoladores? ¿No es más bien para examinar, y reconocer, y explorar el país, que han venido sus siervos a ti?
Y habiéndole prendido, le puso en la cárcel, y le entregó a cuatro piquetes de soldados, de a cuatro cada uno, para que le guardasen; con intención de sacarle al pueblo después de la Pascua.
Y cuando Herodes estaba para sacarle, aquella misma noche estaba Pedro dormido en medio de dos soldados, atado con dos cadenas; y los guardas, delante de la puerta, guardaban la cárcel.
Y lo hicieron así, sacándole de la cueva a los cinco reyes, a saber, al rey de Jerusalem, al rey de Hebrón, al rey de Jarmut, al rey de Laquís y al rey de Eglón.
Mas la mujer ya había tomado a los dos hombres y los había escondido. Ella pues respondió: Verdad es que vinieron a mí aquellos hombres, mas yo no sabía de dónde eran.