Luego dijo Naamán: Pues si no, ruégote que de la tierra de Israel se dé a tu siervo lo que puedan cargar un par de mulos; porque tu siervo de aquí en adelante no ofrecerá holocausto ni sacrificio a otro dios sino sólo a Jehová.
Con mi alma te he deseado en la noche, y con mi espíritu en medio de mí madrugo para buscarte; porque cuando tus juicios están en la tierra, los habitantes del mundo aprenden justicia.
¿No me temeréis a mí? dice Jehová; ¿no temblaréis delante de mí, que pongo la arena como límite a la mar, por estatuto perpetuo que ella no puede traspasar? y aunque se agiten sus ondas, no pueden prevalecer; y por grande que sea su conmoción, no lo podrán traspasar.
De mi parte se establece decreto, que en todo el dominio de mi reino todos teman y se llenen de pavor delante del Dios de Daniel; porque él es el Dios vivo y que permanece para siempre; cuyo reino nunca será destruído, y su dominio permanece hasta el fin.
Apoderóse entonces de aquellos hombres un grandísimo temor; y le dijeron: ¿Por qué has hecho esto? pues entendían los hombres que él iba huyendo de la presencia de Jehová; porque se lo había dicho.
Entonces clamaron a Jehová, y dijeron: ¡Oh Jehová! ¡rogámoste no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, y no hagas recaer sobre nosotros la sangre inocente! Pues que tú, oh Jehová, has hecho del modo que te agrada.
Mas el Ángel de Jehová dijo a Manoa: Aun cuando me detengas, no comeré de tu alimento; y si es que quieres aparejar holocausto, a Jehová lo has de ofrecer: pues no sabía Manoa que era Ángel de Jehová.