los enterraron con los huesos de Saúl y de Jonatán su hijo, en la tierra de Benjamín, en Zelá, en el sepulcro de Cis su padre; e hicieron todo lo que había mandado el rey. Y Dios fué propicio a la tierra después de esto.
Y llegándose a él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, perecemos! Y él despertó, y reprendió al viento y a la furia del agua; y cesaron, y se siguió la calma.