¶Viendo pues sus amos que se había perdido ya la esperanza de sus ganancias, cogieron a Pablo y a Silas, y los arrastraron al Ágora, ante los magistrados;
Y todos los que le oían quedaron asombrados, y decían: ¿No es éste aquel que en Jerusalem destrozaba a los que invocan este Nombre? y aquí también había venido para esto mismo, para conducirlos atados ante los jefes de los sacerdotes.