Mas no halló la paloma descanso para la planta de su pie; y volvió a él al arca, porque las aguas cubrían la faz de toda la. tierra; Noé pues alargó la mano, y tomándola, la metió consigo en el arca.
¡Paloma mía, tú que anidas en las grietas de la peña, en los escondrijos del precipicio, déjame ver tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y tu rostro es gracioso!