el Ángel que me rescató de todo mal, bendiga a estos muchachos; y sean llamados de mi nombre, y del nombre de mis padres, Abraham e Isaac; y multiplíquense abundantemente en la tierra.
Ahora pues tus dos hijos, Efraim y Manasés, que te nacieron, en la tierra de Egipto antes que yo viniese a ti a Egipto, serán míos; como Rubén y Simeón, míos serán.
si entonces se humillare mi pueblo, que es llamado de mi nombre, y oraren y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos, yo también oiré desde el cielo, y perdonaré su pecado, y sanaré su tierra.
En todas sus aflicciones él fué afligido, y el Ángel de su presencia los salvaba; en su amor y en su compasión los redimió, y los alzaba en brazos, y los llevaba todos los días de la antigüedad.
¿Por qué has de ser como hombre atónito, como un valiente que no puede salvar? ¡Mas tú, oh Jehová, estás en medio de nosotros, y de tu nombre somos llamados! ¡no nos dejes!
HE aquí pues que voy a enviar mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y repentinamente vendrá a su Templo el Señor a quien buscáis; es decir, el Ángel del Pacto, en quien os deleitéis; he aquí que vendrá, dice Jehová de los Ejércitos.
Y no tan sólo así, sino que nosotros también, que tenemos las primicias del Espíritu, sí, nosotros mismos gemimos dentro de nosotros, aguardando la adopción, es decir, la redención de nuestro cuerpo.
Como el primogénito de su toro, sea la gloria de él, y sus astas, como astas de uro: con ellas empujará a una las naciones hasta los fines de la tierra: y ellos son los diez millares de Efraín, y ellos son los millares de Manasés.
Asimismo me librará el Señor de toda obra mala, y me llevará con seguridad a su reino celestial; a él sea la gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
el cual se dió a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí mismo un pueblo de su propia posesión, celoso de buenas obras.