Y he aquí que vuestros ojos ven, y también los ojos de mi hermano Benjamín, que es mi misma boca la que os habla.
Y ellos no sabían que les escuchaba José; porque había intérprete entre ellos.
Y yo te sustentaré allí (que todavía restan cinco años de hambre), ni sea que perezcas de pobreza, tú y tu casa y todo lo tuyo.
Y haced saber a mi padre toda mi gloria en Egipto, con todo lo que habéis visto; apresuraos pues para traer a mi padre acá.
Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
Dice entonces a Tomás: Llega acá tu dedo, y ve mis manos, y llega acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino creyente.