Y le respondieron: Hemos soñado sueños, y no hay quien los interprete. Les respondió pues José: ¿No son de Dios las interpretaciones? ruégoos me los contéis.
Y cuando os dijeren: Acudid a los espíritus y a los adivinos, que chirrían y mascullan; responded: ¿No debe un pueblo acudir más bien a su Dios? ¿por los vivos acaso se ha de acudir a los muertos?
También es muy ardua la cosa que demanda el rey, y no hay otro alguno que pueda mostrar el asunto del rey, fuera de los dioses, cuya morada no es con los mortales.
Respondió Daniel delante del rey, y dijo: El secreto que el rey ha demandado no pueden los sabios, ni los encantadores, ni los magos, ni los astrólogos mostrarlo al rey:
hay empero un Dios en el cielo que revela los secretos, el cual hace conocer al rey Nabucodonosor lo que ha de ser en los tiempos venideros. Tu sueño, y las visiones de tu cabeza sobre tu cama, eran estos:
También el rey respondió a Daniel, y dijo: ¡Es verdad que vuestro Dios es Dios de los dioses, y Señor de los señores, y revelador de secretos; visto que tú has podido revelar este secreto!
Mas al fin vino delante de mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, conforme al nombre de mi dios, y en quien esta el espíritu de los santos dioses; y referí mi sueño delante de él, diciendo:
De ti empero he oído decir que puedes dar interpretaciones y soltar cosas intrincadas. Ahora bien, si puedes leer la escritura y hacerme conocer su interpretación, serás vestido de púrpura, con una cadena de oro alrededor de tu cuello, y gobernarás como tercero en el reino.