Óyenos, señor mío: Gran príncipe eres tú en medio de nosotros; en lo más selecto de nuestras sepulturas entierra tu muerto; ninguno de nosotros te negará su sepultura, para que no entierres tu muerto.
¡Sírvante pueblos, y póstrense delante de ti naciones: seas señor de tus hermanos, e inclínense a ti los hijos de tu madre! ¡Los que te maldijeren sean malditos, y benditos los que te bendijeren!
Mas Isaac respondió y dijo a Esaú: He aquí, por señor tuyo le he puesto, y le he dado por siervos a todos sus hermanos: de trigo también y de vino le he surtido; y por ti ¿qué podré hacer ahora, hijo mío?
Así lo he pasado por veinte años en tu casa; te serví catorce años por tus dos hijas, y seis años por tu ganado; y tú has cambiado mi salario diez veces.
Pase pues mi señor delante de su siervo, y yo guiaré lentamente, al paso que pide la hacienda que llevo delante, y al paso de los niños, hasta que llegue a mi señor en Seir.
Dijo Esaú además: ¿Qué propones con toda esta muchedumbre de ganado que acabo de encontrar? A lo que respondió Jacob: Es para hallar gracia en los ojos de mi señor.
En efecto, se ciñeron sacos sobre los lomos, y se pusieron sogas al cuello, y presentándose así al rey de Israel, dijeron: Tu siervo Ben-hadad dice: ¡Ruégote me perdones la vida! A lo que respondió: ¿Acaso vive todavía? hermano mío es.
Jehová, cuando tú saliste de Seir, cuando marchaste del campo de Edom, la tierra se estremeció, también los cielos gotearon, también las nubes gotearon aguas.