Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, clamó con clamor grande y sobremanera amargo, y dijo a su padre: ¡Bendíceme a mí, a mí también, oh padre mío!
Y CUANDO supo Mardoqueo lo que había sido hecho, rasgó Mardoqueo sus vestidos, y vistióse de saco y de ceniza; y salió por medio de la ciudad, clamando con grande y amargo clamor.
porque sabéis que aun cuando después deseaba heredar la bendición, fué desechado (porque no halló en su padre lugar de arrepentimiento), aunque la buscaba solícitamente, con lágrimas.