que bendiciendo te bendeciré, y multiplicando multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo, y como las arenas a la orilla del mar; y tu simiente poseerá la puerta de sus enemigos;
Y le apareció Jehová aquella noche, y dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque contigo soy yo, y te bendeciré, y multiplicaré tu simiente por causa de Abraham mi siervo.
y multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo, y daré a tu simiente todas estas tierras; y serán bendecidas en tu simiente todas las naciones de la tierra;
Por lo cual yo aconsejo que se reúna en derredor de ti todo Israel, desde Dan hasta Beer-seba, como las arenas que están a la ribera del mar en multitud; y que tú en persona vayas al combate.
Ahora pues, oh Jehová Dios, sea firme tu promesa para con David mi padre; porque tú me has hecho rey sobre un pueblo numeroso como el polvo de la tierra.
Y multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los introdujiste en la tierra acerca de la cual habías mandado a sus padres que entrasen a heredarla.
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, siervos tuyos, a quienes por ti mismo juraste, y les dijiste: Multiplicaré vuestra simiente como las estrellas del cielo; y toda esta tierra que os tengo prometida, la daré a vuestra simiente, y ellos la heredarán para siempre.
tu linaje también hubiera sido como la arena, y el fruto de tus entrañas como los granitos de ella. Su nombre nunca sería cortado ni destruído de delante de mí.
De la manera que no pueden contarse las huestes de los cielos, ni medirse las arenas del mar; así yo multiplicaré la simiente de David, mi siervo, y los levitas que ministran delante de mí.
¶Sin embargo de esto, el número de los hijos de Israel será como las arenas del mar, que no pueden ser medidas ni contadas: y acontecerá que en el lugar donde les fué dicho: No sois mi pueblo, les será dicho: ¡Hijos sois del Dios vivo!
¡Porque están ya desahuciadas las llagas de ella; pues que llega el mal hasta Judá; alcanza el castigo hasta las puertas de mi pueblo, hasta Jerusalem!
¶¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el cual nos ha bendecido en Cristo con toda suerte de bendiciones espirituales, en las regiones celestiales;
(y ten cuidado que no se pegue a tu mano nada del anatema), para que vuelva Jehová del ardor de su ira, y te conceda mercedes, y tenga de ti compasión, y te multiplique, como juró a tus padres;
siempre que obedecieres la voz de Jehová tu Dios, guardando todos sus mandamientos que te ordeno hoy, y haciendo lo que es recto a los ojos de Jehová tu Dios.
Por lo cual también nacieron de uno, y ese ya amortecido, descendientes como las estrellas del cielo en multitud, e innumerables como las arenas que están a la orilla de la mar,
¶Y el séptimo ángel tocó la trompeta: y hubo grandes voces en el cielo, que decían: ¡El reino del mundo ha venido a ser el reino dé nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará para siempre jamás!