Dijo también Jehová: He visto, he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus exactores; porque conozco sus dolores;
Mas Dios oyó la voz del muchacho; y el Ángel de Dios llamó a Agar, desde los cielos, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está.
Y dijo él: Alza los ojos, y verás que todos los machos que cubren las hembras, son listados, salpicados y abigarrados: porque yo he visto todo lo que Labán te está haciendo.
Si no hubiese sido conmigo el Dios de mi padre, el Dios de Abraham y el Temor de Isaac, seguramente me enviarías ahora con las manos vacías. Dios ha visto mi aflicción, y la fatiga de mis manos; y él te reprendió anoche.
Vuelve, y di a Ezequías, caudillo de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: He oído tu oración, he visto tus lágrimas; he aquí que te voy a sanar: al tercer día subirás a la Casa de Jehová.
Por lo cual pusieron sobre ellos comisarios de tributos serviles, a fin de oprimirlos con sus cargas: y edificaron ciudades de depósitos para Faraón, a saber, Pitom y Ramesés.
Ahora pues, si es así que he hallado gracia en tus ojos, ruégote me hagas conocer tu camino, para que yo te conozca, a fin de que halle gracia en tus ojos: y considera que esta nación es pueblo tuyo.
En todas sus aflicciones él fué afligido, y el Ángel de su presencia los salvaba; en su amor y en su compasión los redimió, y los alzaba en brazos, y los llevaba todos los días de la antigüedad.
He visto, he visto la opresión de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado sus gemidos, y he descendido para librarlos. Ahora pues, ven, que yo te enviaré a Egipto.
Porque no tenemos un sumo sacerdote que sea incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin pecado.
Como a estas horas el día de mañana te enviaré un hombre del país de Benjamín, a quien ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel, y él salvará a mi pueblo de mano de los Filisteos; porque he mirado propicio a mi pueblo, por cuanto ha llegado a mí su clamor.