¿No es esto mismo lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos, para que sirvamos a los Egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los Egipcios que morir en el desierto.
Nuestros padres no entendieron tus maravillas en Egipto; no se acordaron de la muchedumbre de tus misericordias, sino rebeláronse junto al mar, el mar Rojo.
Y sucedió que cuando Faraón hubo enviado al pueblo, no le condujo Dios por el camino de la tierra de los Filisteos, porque estaba cerca; pues dijo Dios: No sea que se arrepienta el pueblo al ver la guerra, y se vuelva a Egipto;
les dijeron: ¡Jehová os mire, y juzgue, porque nos habéis hecho odiosos a Faraón y a sus siervos, con el fin de poner espada en mano de ellos para matarnos!
Habló pues Moisés de esta manera a los hijos de Israel; mas ellos no escucharon a Moisés, por impaciencia de espíritu, y a causa de la dura servidumbre.
Y aconteció que cuando se levantó el sol, previno Dios un viento solano abrasador; y el sol dió sobre la cabeza de Jonás, de tal modo que desfallecía, y pidió para sí la muerte; diciendo: ¡Para mí mejor es morir que vivir!