Y los correos salieron, apremiados por la orden del rey; y el edicto fué promulgado en Susán, ciudad metrópoli. Y el rey y Hamán se sentaban a beber; pero la ciudad de Susán estaba perpleja.
Por lo cual hirieron los Judíos a todos sus enemigos a golpe de espada, y con mortandad y destrucción, haciendo en los que los odiaban conforme a su gusto.