De mi parte se da orden que todos los del pueblo de Israel, en mi reino, con sus sacerdotes y levitas, que de su espontánea voluntad quisieren ir a Jerusalem, vayan contigo:
de manera que determinaron hacer correr la voz por todo Israel, desde Beer-seba hasta Dan, para que viniesen a celebrar la Pascua a Jehová, el Dios de Israel en Jerusalem; porque hacía mucho tiempo que no la habían celebrado según estaba escrito.
Quienquiera que haya entre vosotros de todo su pueblo, sea su Dios con él, para que suba a Jerusalem, que está en Judá, y edifique la Casa de Jehová, el Dios de Israel; el cual es el Dios que está en Jerusalem.
Y los correos salieron, apremiados por la orden del rey; y el edicto fué promulgado en Susán, ciudad metrópoli. Y el rey y Hamán se sentaban a beber; pero la ciudad de Susán estaba perpleja.
Tu pueblo se presentará como ofrendas voluntarias en el día de tu poder, ataviados con los adornos de la santidad: como el rocío que cae del seno del alba, así te será tu valiente juventud.
De mi parte se establece decreto, que en todo el dominio de mi reino todos teman y se llenen de pavor delante del Dios de Daniel; porque él es el Dios vivo y que permanece para siempre; cuyo reino nunca será destruído, y su dominio permanece hasta el fin.