¡Paloma mía, tú que anidas en las grietas de la peña, en los escondrijos del precipicio, déjame ver tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y tu rostro es gracioso!
Yo dormía, pero estaba mi corazón velando- ¡Es la voz de mi amado, que está golpeando a la puerta: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía! porque mi cabeza está llena de rocío, y mis cabellos, de las gotas de la noche.
Y hagamos esto, conociendo el tiempo, que es ya hora que despertemos del sueño; porque ahora la salvación está más cercana que cuando por primera vez creímos.
Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino antes la que sea buena para edificación, según fuere en caso, para que imparta gracia a los que oyen.
¶Y oí una voz procedente del cielo, que decía: ¡Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor, de aquí en adelante! ¡así sea! dice el Espíritu; para que descansen de sus trabajos; y sus obras los van siguiendo.