Subiré, digo para mí, en la palma, asiré las ramas de ella; ¡sean pues tus pechos como los racimos de la vid, y la fragancia de tu aliento como de manzanas,
Son como una palmera, de obra torneada; mas no hablan: han de ser llevados, porque no pueden dar un paso. No les tengáis miedo, porque no pueden hacer mal, ni tampoco son capaces de hacer bien.
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo: