¡Paloma mía, tú que anidas en las grietas de la peña, en los escondrijos del precipicio, déjame ver tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y tu rostro es gracioso!
Yo dormía, pero estaba mi corazón velando- ¡Es la voz de mi amado, que está golpeando a la puerta: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía! porque mi cabeza está llena de rocío, y mis cabellos, de las gotas de la noche.
SAMEC.- Baten las manos contra ti todos los que pasan por el camino; silban, y menean la cabeza contra la hija de Jerusalem; dicen: ¿Es ésta la ciudad que apellidaban la perfección de hermosura, el regocijo de toda la tierra?
Y sucederá que en aquel día haré que sea Jerusalem una piedra pesada a todos los pueblos: todos los que cargaren con ella serán malamente lastimados; aunque se juntaren contra ella todas las naciones de la tierra.