¡Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalem, por las gacelas, y por las ciervas del campo, que no despertéis y que no quitéis el sueño a mi amada, hasta que ella quiera!
¡Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalem, por las gacelas, y por las ciervas del campo, que no despertéis y que no quitéis el sueño a mi amada, hasta que ella quiera!
¶Mas os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo, y por el amor del Espíritu, que os esforcéis conmigo, en vuestras oraciones a Dios, en mi favor;
Confesad pues vuestros pecados los unos a los otros, y orad los unos por los otros, para que seáis sanados. Mucho puede la suplica ferviente del hombre justo.