Y tú, señor mío, oh rey, los ojos de todo Israel están puestos en ti, para que les hagas saber quién ha de sentarse sobre el trono de mi señor el rey después de él.
Porque no de la voluntad del hombre fue traída la profecía en ningún tiempo; sino que hombres santos de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.