Y llevando a Asael, le enterraron en el sepulcro de su padre, que estaba en Bet-lehem. Luego caminaron Joab y sus hombres toda aquella noche; y amanecióles en Hebrón.
Se acercaron entonces los días en que Israel había de morir; por lo cual llamó a José, y le dijo: Si es que he hallado gracia en tus ojos, ruégote que pongas tu mano debajo de mi muslo, y uses conmigo de misericordia y verdad. Ruégote no me sepultes en Egipto;
y le sepultaron en una de sus propias sepulturas, que él había hecho labrar para sí en la ciudad de David; y le acostaron en una cama que estaba llena de especias aromáticas, y de diferentes géneros de ungüentos confeccionados por obra de los perfumistas; e hicieron por él una quema muy imponente.